Jonathan Fox siempre había estado buscando al hombre de su vida, pero debido a un par de muy malas experiencias y a la inesperada muerte de sus padres se encerró en su propia jaula de cristal.
Una oportuna llamada de su profesor y mentor para que se les uniera a la expedición y excavación en Egipto lo llenó de alegría e hizo los preparativos para salir cuanto antes hacia su adorada pasión.
Jonathan no estaba ni cerca de pensar que ese pequeño viaje le traería sorpresas inesperadas, pero sobre todo, jamás habría imaginado que las arenas del desierto serían testigos de lo que siempre estuvo buscando.
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